Un
nuevo día, otro en el que muchas personas desde tempranas horas de la mañana
arriesgaran su vida en el intento de trasladarse de un lugar a otro; trabajo,
universidad, colegio o a cualquier otro sitio de la ciudad. Debido a la
aparente falta de logística y organización en el despacho de la ruta que
recorre a Barranquilla de sur a norte y viceversa, se da la problemática social
que afecta no solo a los usuarios de ese servicio, sino a todos los ciudadanos,
que al transitar por la ciudad corren peligro al estar los GranBastardos en el
mismo lugar.
Se
ha convertido en una acción natural montarse en uno de estos vehículos de
transporte a sabiendas de las infracciones y falta de seguridad que ello
amerita. La desesperación de los usuarios por llegar a tiempo a su destino y
cumplir con sus responsabilidades hace posible que se de esta problemática, de
la que se aprovecha esta ruta, para llenar sus bolsillos a costa de los
usuarios desesperados, quienes en muchas ocasiones son agredidos por los
conductores de dicha ruta.
El
solo hecho de esperar a que un bus pare en la hora pico de la mañana se ha
convertido en un martirio, más aun cuando la esperanza es que si se detiene, el
puesto será de banderilla, la zona roja, hasta que los de atrás vayan
despejando y con suerte puedas pasar el torniquete; es allí la zona de batalla.
Cuando por fin lo logras, ‘’estar a salvo’’, el dueño del volante, con gran
cinismo pretende que traspases la multitud apretujada que se ubica detrás,
moviendo bruscamente el torniquete y diciendo: ‘’por el medio, que hay
espacio’’. ¿Por el medio?, ¿es que acaso no hay ni siquiera derecho a agarrarse
de una de las sillas por lo menos?
El
segundo momento en la zona de batalla es cuando comienza el forcejeo por parte
del conductor, moviendo el torniquete en todas las direcciones para que el usuario
se mueva de lugar, el cual en la mayoría de ocasiones responde a ello con la
respuesta más obvia y lógica que acarrea dicha situación: ‘’NO HAY ESPACIO’’,
acción a la que le siguen diferentes tipos de insultos por parte del conductor,
quien como respuesta recibe abucheos y los mismos insultos por parte de los
demás usuarios que observan la situación, y sienten que no está siendo atacada
una sola persona sino todos los que van allí. El conductor finalmente debe
tragarse sus palabras y guardar silencio, pero para él eso no queda hasta ahí.
Llega
el momento en el que se pasa la zona de batalla (torniquete) y hay que prepararse
para la inspección no autorizada de bolsos, maletines y bolsillos por parte de
los ladrones que aprovechan el caos que se vive dentro del monstro ambulante
para cometer sus fechorías. Ahora son dos los problemas, no siendo suficiente
con depender de los impulsos y emociones de una persona que sobrepasa las
barreras de ser un mal conductor al llegar a ser un mal ciudadano, dependemos
en esta etapa de los movimientos que hagan los ‘’mano larga’’ en el trayecto.
Pobres,
quienes no alcanzaron a descansar lo suficiente para ir atentos y despiertos en
el trayecto, ya que caen en los brazos de Morfeo en un sueño profundo que los
‘’mano larga’’ no desaprovechan. Bajo sus tácticas de robo logran su cometido
sin despertar a quien plácidamente duerme en una de las sillas del bus, y
tampoco a los que aparentemente ‘’están despiertos’’. De repente, un monstruo, otro Granbastardo que pelea la
vía y hace que el nuestro reaccione con un movimiento más brusco de lo normal
despierta al pasajero durmiente, en una caída en el sueño que hace que se
despierte sobresaltado, no lo suficiente para revisar sus bolsillos y darse
cuenta de que lo han robado.
El momento decisivo llega, allí se sabe si el
conductor fue lo suficientemente analítico durante el enfrentamiento, para
grabarse la cara o por lo menos la ropa del usuario y así realizar lo que
podría llamarse venganza.
El usuario se ubica en la puerta de salida,
analizando la ubicación en la cual debe comenzar a tocar el timbre para bajarse
del vehículo en el punto más cercano a su lugar de destino; el conductor al
escuchar el sonido, mira por el espejo retrovisor y detecta al usuario,
¡bingo!, ya sabe de quién se trata y basta decir que no frena en el lugar
solicitado, sino dos cuadras y media después, pero aun con ello, descaradamente
abre la puerta en medio de una calle transitada, los demás pasajeros le
abuchean y el usuario en la puerta le pide que por favor se orille, lo que
efectivamente hace después de dos cuadras más.
Por fin llega el momento del descenso del
bus, el usuario logró ganar esa batalla, pero seguramente no deja de pensar en
la que deberá librar nuevamente a su regreso, al finalizar el día. ¿Quién
ganará esta guerra?
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